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El impacto del trastorno de apego en nuestra vida emocional

 

Hay algo que todos los seres humanos necesitamos desde que llegamos al mundo: amor, cuidado y conexión. No es un lujo, ni un extra: es una necesidad vital.

 

El vínculo que formamos con quienes nos cuidan en nuestros primeros años es la base sobre la que se construye todo lo demás: la confianza, la autoestima, la capacidad de amar.

 

Pero ¿qué pasa cuando ese vínculo no se forma como debería? Cuando en lugar de brazos que acogen, hay ausencia, frialdad o incluso maltrato.

 

Cuando el corazón de un niño aprende, desde muy temprano, que no es seguro amar.A esto le llamamos trastorno de apego, y aunque suena técnico, en realidad habla de algo muy humano: del dolor de no haber sido amado como se necesitaba.

 

Dos formas de buscar amor cuando faltó cuando un niño no recibe el cuidado emocional adecuado, su forma de relacionarse con el mundo cambia.

 

Hay dos maneras en que esto puede manifestarse:Algunos niños se cierran al mundo. No confían, no buscan consuelo, parecen indiferentes.

 

Es el llamado trastorno de apego reactivo. Detrás de esa aparente frialdad, suele haber una tristeza profunda.Otros hacen lo contrario: se aferran a cualquiera que les muestre algo de atención.

 

Se vuelven excesivamente confiados con desconocidos, como si estuvieran constantemente buscando el amor que les fue negado.

 

Es el trastorno de relación social desinhibida.Ambas respuestas tienen algo en común: son adaptaciones a un entorno emocionalmente inseguro.

 

Las heridas invisibles que llevamos a la adultez muchos adultos que luchan con relaciones caóticas, miedo al abandono, desconfianza extrema o una necesidad constante de aprobación, en realidad están cargando con heridas de apego no sanadas.

 

Tal vez nadie se dio cuenta cuando eran niños. Tal vez aprendieron a sobrevivir sin pedir ayuda. Pero esas heridas no desaparecen solas.

 

Sanar sí es posible lo más importante que necesitas saber es esto: sanar es posible. Aunque el dolor venga de muy lejos, aunque parezca parte de tu identidad, no estás condenado a repetir la historia.

 

Hoy existen terapias que ayudan a reconstruir el vínculo más importante: el que tienes contigo mismo y con los demás. Terapias que te enseñan que es seguro sentir, confiar, amar.

 

La terapia basada en el apego permite, poco a poco, construir relaciones sanas desde el presente, incluso si en el pasado no las tuviste. La terapia cognitivo-conductual puede ayudarte a cambiar patrones que hoy ya no te sirven.

 

Y si eres madre, padre o cuidador, hay intervenciones que pueden transformar la vida de un niño desde ahora mismo. Amor como medicina preventiva nada reemplaza un entorno familiar amoroso, presente y emocionalmente disponible.

 

Por eso, hablar de apego no es solo mirar el pasado; es también una invitación a cuidar mejor el presente. A ser más conscientes del poder que tenemos para amar, para sanar, para cambiar historias.